Japón, siglo XVI, Seizo Ikeda es un niño que, tras perder a su familia por una lucha entre clanes, acaba convirtiéndose en un gran samurái dispuesto a morir para vengarse de los asesinos de sus seres queridos.
En la otra punta del país, un médico poco convencional, Ekei Inafune, acaba trabajando al servicio de un potente señor que alguien quiere matar y se ve envuelto en una conspiración que al final arrojará luz sobre su pasado.
Una lectura muy larga que ha merecido la pena. Todo está en armonía desde la creación de la trama y su desarrollo, hasta la elección de cada uno de los personajes, principales y secundarios. Quien lee por primera vez una novela sobre samuráis descubre un mundo lejano y ajeno pero al mismo tiempo cercano y familiar en ciertos aspectos, por como el autor ha descrito los lugares y las emociones. Además se nota el gran trabajo de investigación sobre la cultura japonesa y la medicina tradicional de la época, que luego el autor ha relatado de una manera fácil de entender con su escritura fluida y las ideas claras, llegando a crear así una historia tan sólida e impresionante que impacta hasta los lectores más escépticos.
El narrador en tercera persona con una visión múltiple es una sabia decisión en esta novela tan larga constelada de muchos personajes secundarios que también destacan por su forma de ser y actuar, porque permite al lector conocer sus pensamientos y sentir cierta empatía hacia ellos.
Los protagonistas están bien caracterizados, con su habla y actitud, sus cicatrices y emociones que alteran su rostro y hay un perfecto equilibrio entre diálogos, descripciones y pensamientos que parecen fluir como el agua de un riachuelo, despacio cuando hace falta detenerse para contar algo necesario e importante, y más rápido cuando hay que llegar a los momentos cruciales de la novela donde pasan cosas impactantes.